jueves, 13 de febrero de 2014


Deberíamos conferirle a toda expresión, que de nuestros labios saliera, el sentido sacrosanto del que misteriosamente deviene. Y, en cambio, vemos cómo cada día, tanto los representantes políticos e institucionales como nosotros mismos, prostituimos su misterio con la falsedad, la palabrería o la simple vulgaridad; y, por ende, olvidando paulatinamente el poder de la palabra (…que es divina).

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