miércoles, 26 de febrero de 2014


En el actual mundo, más abierto que nunca a la pseudoespiritualidad, gracias a una pretensión globalizadora de todas las cosas y tras haberse dejado paulatinamente de lado a la religión otrora establecida como oficial (vista ahora cual organigrama de una Iglesia ajada y trasnochada –si no falta de fe y valor moral-), se han puesto de moda progresivamente los nuevos gurúes o personajes que supuran “new age” por todos sus poros: swamis, lamas, rishis, sri sri, spiritual trainers, etc… Desde la moda Hare Krishna o la cienciología, pasando por los nuevos chamanes, dicho panorama se ha ido nutriendo de numerosos acólitos que acaban considerablemente desengañados o gravemente disociados del mundo que les rodea. Al principio, simplemente basan sus hermosos discursos en recordar cuán equivocados y desorientados se encontraban en este mundo, cautivos de la tramposa mente o de posesivas naturalezas sutiles que retenían su obligada felicidad. El  Bhagavad Gitâ, las siete leyes del karma o las cuatro nobles verdades, son válidas referencias, pero sólo aplicables en base a convenientes cursillos, simposios o convivencias, inspirando así la verdadera espiritualidad; y estos gurúes suelen guiar viajes astrales, energizar chakras y abrir numerosos terceros ojos; reequilibran múltiples reencarnaciones, despiertan kundalinis varias, determinan nuestra propia evolución cuántica, instan a la absoluta pleitesía de un desaprovechado cerebro e incluso conducen directamente al Nirvana. Por todo ello, así se nos conmina a alcanzar niveles de conciencia hasta cotas inimaginables y sólo a cambio de la total adoración del gurú (incluso con el sexo como posible ofrenda). Y es que las palabras “esoterismo” o “hermetismo” han llegado, en gran medida, a niveles de desconsideración tan firmes como en la actualidad, gracias a estos movimientos “new age”, teosofistas, ocultistas o, simplemente,  neoespiritualistas. Y es que, todos ellos, están situados en las antípodas de las auténticas vías de la Tradición Primordial.
Es más, me atrevería a decir que, realmente, están auspiciadas por los tiempos que nos tocan vivir (en relación al término cíclico ‘Kali Yuga’) a corto y medio plazo. Una confusión entre lo psíquico y lo espiritual, el relativismo de todo, el mercantilismo que promueve así como derivas sincretistas o mesiánicas, han acabado conformando un “leit-motiv” de peligrosas proporciones, habida cuenta de su exponencial incremento. Por citar únicamente un par de nombres, desde Helena Blatvasky y su acólita Alice Bailey, pasando por Samael Aun Weor y los recientes Sai Baba, Osho o Chopra, han sido numerosos los gurués desde hace casi doscientos años que han auspiciado la actual situación. 
Ya nos avisó de ello, René Guénon, allá por 1.945, con su obra ‘El reino de la cantidad y los signos de los tiempos’:  “así el término de «contrainiciación» es el que conviene mejor para designar aquello a lo que se vinculan, en su conjunto y a grados diversos los agentes humanos por los cuales se cumple la acción antitradicional; y eso no es una simple denominación convencional empleada para hablar más cómodamente de lo que no tiene verdaderamente ningún nombre, sino más bien una expresión que corresponde tan exactamente cómo es posible a realidades muy precisas. Es bastante destacable que, en todo el conjunto de lo que constituye propiamente la civilización moderna, cualquiera que sea el punto de vista desde el que se la considere, siempre se haya podido constatar que todo aparece como cada vez más artificial, desnaturalizado y falsificado…Propagar esta confusión, sobre todo en las condiciones actuales, es, se quiera o no, arrastrar a los seres a perderse irremediablemente en el caos del «mundo intermediario», y, por eso mismo, es hacer, con frecuencia inconscientemente por lo demás, el juego de las fuerzas «satánicas» que rigen lo que hemos llamado la «contrainiciación»”.

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