domingo, 16 de febrero de 2014


Según la figura evocativa, recurrente y afín al taoísmo del Yin y el Yang, ésta reproduce sucintamente el concepto de la Trascendencia e inmanencia divinas, al reproducir gráficamente un círculo dividido en partes iguales y, a su vez, un diminuto círculo “interiorizado” a cada banda, donde se alternan los colores blanco y negro, simbolizándose de la siguiente manera: lo “no manifestado” asume el color negro –Brahmán en el Hinduismo-; la manifestación (dentro de lo no manifestado) sería Maya y asumiría el color blanco. Pero dentro de Maya se encontraría Atmán (no hay que perder de vista aquí los colores nunca). Por todo ello, Dios es el mundo pero el mundo no es Dios (a los ojos de Maya).

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