jueves, 13 de febrero de 2014


Cuando mi cuerpo muera un día (de hecho, lo hará de facto cuando sus elementos propiamente constitutivos se descompongan), sospecho que se tratará de una muerte “aparente”, que sólo afectará a lo transitorio.
¿Qué fue antes el huevo o la gallina?
Cuando contemplé hace unos años en la Colegiata de Alquezar un Cristo sin ombligo, obtuve la respuesta simbólica e inmediatamente: al igual que nuestro cuerpo tuvo su origen en aquel óvulo que generó nuestro feto en su día, igualmente vislumbro una forma más elevada de existencia -entendiéndola metafísicamente-, cuya “permanencia” vital podríamos hallarla en el Espíritu, sin semilla ni mancha.
Y, desde esta perspectiva, podría decirse que simbólicamente fue el huevo antes que la gallina…como eterna sustancia sin forma.

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