jueves, 27 de febrero de 2014

 
La “salvación” propia no puede hacerse por los demás, no siendo egoísmo tomar para uno mismo lo que otros desean ignorar. Y, por ello, la persona religiosa se abstrae del mundo, concentrándose en un “centro” consagrado a Dios; el hombre debe tener un centro, en vez de “sujetarse” a los caprichos de la periferia. Y es que no hay nada tan hermoso en este mundo que no poseamos ahora mismo, pues la felicidad no hay que buscarla en algo exterior, sino en un mundo a construir donde devenir parte intrínseca de Dios, disponiendo así nuestra alma en pos de una plena realización de su esencia.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...