"Considerándonos responsables de todas las dificultades y de todos los males que nos vejan en este mundo, seremos liberados de la preocupación de atribuirlos a los demás, y soportándolos pacientemente pronto seremos liberados de ellos, si no abandonamos al Señor de las almas.
El silencio y el ayuno absorben eficazmente los estímulos de la impaciencia y de la cólera, como el amor de Dios y el olvido de uno mismo ahogan las simientes de la codicia y del orgullo.
«La vida eterna es como la fijeza del fuego de la conciencia entre las creaciones movedizas del agua madre.»" (Mensaje Reencontrado XIV,40)
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