La idea del cambio deviene cuando confirmamos, una y otra vez, que erramos en el camino. Más sospechamos que "cambiarse" a uno mismo, no sólo supone abandonar patrones de pensamiento y conducta habituales; y, en la creencia que nos debemos no sólo a nosotros sino a más gente, nos convencemos que por el hecho de poder ocasionar desequilibrios en nuestro entorno inmediato, ya no vale la pena; y volvemos a perdernos en los vericuetos de las múltiples sendas de este absurdo submundo. Más lo cierto es que, de hecho, no hay nada que debamos temer; no obstante, siendo humanos y, a pesar de nuestra fuerza de voluntad, dudaremos y temeremos a lo desconocido; y será entonces cuando tengamos que darnos simplemente satisfechos por la vida transcurrida hasta ese momento (no mirando atrás, quejándonos de las ocasiones perdidas o de los errores cometidos -siendo numerosos los mitos y leyendas, al respecto-). En resumen, nos debemos a una renuncia total; y, por todo ello y para empezar a perder el miedo a abandonar nuestra individualidad, tendremos que dejar paulatinamente al margen toda personalidad creada artificialmente durante tantos años, los problemas que en su mayoría inconscientemente creamos y mirar de empezar realmente desde cero...Y será sólo entonces, cuando "muramos" ante nuestra "corteza" exterior y "moremos" en nuestro hogar "interior"; aquel que Dios no ha dejado de habitar un solo momento desde que nacimos. ¡Labor hercúlea!
Homero mencionó a la Siria primitiva (cual "tierra solar" donde se hablaría la lengua siríaca o adámica), situándola allende Ogigia (lo que nos permitiría asociarla con la Thulê hiperbórea), isla en la que pasó prisionero Odiseo/Ulises siete años de su vida, en manos de la ninfa Calipso. Plutarco escribiría también sobre la isla de Ogigia, indicando que allí el sol era visible veinticuatro horas, pues disfrutaba de días más largos...
viernes, 9 de mayo de 2014
La idea del cambio deviene cuando confirmamos, una y otra vez, que erramos en el camino. Más sospechamos que "cambiarse" a uno mismo, no sólo supone abandonar patrones de pensamiento y conducta habituales; y, en la creencia que nos debemos no sólo a nosotros sino a más gente, nos convencemos que por el hecho de poder ocasionar desequilibrios en nuestro entorno inmediato, ya no vale la pena; y volvemos a perdernos en los vericuetos de las múltiples sendas de este absurdo submundo. Más lo cierto es que, de hecho, no hay nada que debamos temer; no obstante, siendo humanos y, a pesar de nuestra fuerza de voluntad, dudaremos y temeremos a lo desconocido; y será entonces cuando tengamos que darnos simplemente satisfechos por la vida transcurrida hasta ese momento (no mirando atrás, quejándonos de las ocasiones perdidas o de los errores cometidos -siendo numerosos los mitos y leyendas, al respecto-). En resumen, nos debemos a una renuncia total; y, por todo ello y para empezar a perder el miedo a abandonar nuestra individualidad, tendremos que dejar paulatinamente al margen toda personalidad creada artificialmente durante tantos años, los problemas que en su mayoría inconscientemente creamos y mirar de empezar realmente desde cero...Y será sólo entonces, cuando "muramos" ante nuestra "corteza" exterior y "moremos" en nuestro hogar "interior"; aquel que Dios no ha dejado de habitar un solo momento desde que nacimos. ¡Labor hercúlea!
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