viernes, 9 de mayo de 2014


La idea del cambio deviene cuando confirmamos, una y otra vez, que erramos en el camino. Más sospechamos que "cambiarse" a uno mismo, no sólo supone abandonar patrones de pensamiento y conducta habituales; y, en la creencia que nos debemos no sólo a nosotros sino a más gente, nos convencemos que por el hecho de poder ocasionar desequilibrios en nuestro entorno inmediato, ya no vale la pena; y volvemos a perdernos en los vericuetos de las múltiples sendas de este absurdo submundo. Más lo cierto es que, de hecho, no hay nada que debamos temer; no obstante, siendo humanos y, a pesar de nuestra fuerza de voluntad, dudaremos y temeremos a lo desconocido; y será entonces cuando tengamos que darnos simplemente satisfechos por la vida transcurrida hasta ese momento (no mirando atrás, quejándonos de las ocasiones perdidas o de los errores cometidos -siendo numerosos los mitos y leyendas, al respecto-). En resumen, nos debemos a una renuncia total; y, por todo ello y para empezar a perder el miedo a abandonar nuestra individualidad, tendremos que dejar paulatinamente al margen toda personalidad creada artificialmente durante tantos años, los problemas que en su mayoría inconscientemente creamos y mirar de empezar realmente desde cero...Y será sólo entonces, cuando "muramos" ante nuestra "corteza" exterior y "moremos" en nuestro hogar "interior"; aquel que Dios no ha dejado de habitar un solo momento desde que nacimos. ¡Labor hercúlea!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L a caligrafía arábiga tuvo su origen como comunicación entre los hombres y Dios; y Dios quiso comunicarse con sus fieles escogiendo a un ho...