miércoles, 1 de octubre de 2014


La Palabra de Dios penetró en el Islam a través del Libro del Corán, por cuya caligrafía se visualizó la misma Revelación divina; por ello, fonética y gráficamente, el árabe constituye la base del arte más sagrado del Islam: la caligrafía. 
En la caligrafía arábiga, que pasa por representar un complejo simbolismo cosmológico, se desarrollan infinitos ritmos de multitud de figuras geométricas que semejan, para el occidental, deambular tras un simple carácter decorativo; pero lo que subraya la rubricada evocación ornamental de la misma es la anulación del tiempo y el espacio ante aquel que la contempla con fervor, “atrapándonos" entre sus trazos y espacios vacíos, evocando la propia transformación del creyente y, por ende, exaltando así las propias citas coránicas.
Rítmicos y equilibrados trazos horizontales y verticales forman un conjunto en su multiplicidad, buscando así unir el Cielo y la Tierra y fluyendo, cual urdimbre creadora, desde un mundo sutil hasta la misma esencia del creyente.

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