miércoles, 15 de octubre de 2014


Rûzbehân dejó el relato de sus etapas místicas y sus experiencias visionarias. Distingue, con una lucidez perfecta, los acontecimientos vividos por él en el estado intermedio y los que entran en la trama de la normalidad cotidiana: “Tenía quince años cuando se produjo el comienzo de esas cosas misteriosas. Contaba con tres años de edad cuando surgió esta pregunta en mi corazón: ‘¿Dónde está tu Dios? Cierto día vi a unos jóvenes y les pregunté: ¿conocéis a vuestro Dios?’. Cumplí los siete años, mi corazón se prendó de la práctica del dhikr, la letanía reiterada de la fórmula de meditación. Emprendí la búsqueda de mi secreto (sirr); sirr, ‘secreto’ designa al órgano más sutil, el ‘amado interior’ (mashûq-e bâtin), la qibla, el centro de orientación de sus deseos más íntimos. Mi corazón se hundió en el recuerdo de mi preexistencia eterna. Más tarde, surgieron en mí las bruscas intuiciones de éxtasis fugitivos y, con cierta dulzura que invadía mi corazón, no percibía más que mi memoración de Dios en el presente. En aquella época veía a todos los seres como transfigurados en hermosos rostros y su belleza me inspiraba el gusto por los retiros meditativos, los salmos confidenciales (monâjât), las prácticas de devoción y las visitas a los santuarios”.
Extracto sobre la vida de Rûzbehân de Shîrâz, por Henry Corbin.

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